domingo, 22 de febrero de 2015

BRUJAS, HECHIZOS Y PÓCIMAS


Las grandes protagonistas de la mitología de todas las culturas han sido siempre las brujas. Brujas ha habido en todos los lugares de la geografía española, pero sobre todo en el norte de la Península.
En la toponimia de muchos municipios de España se hace referencia a ellas. En la de Sos del Rey Católico existe el “barranco de las brujas”[1].

El repertorio de las maldades de las brujas era amplísimo, llegando los “malmetimientos” de las brujas incluso hasta el deporte o el ocio, como la caza.
Son muy numerosos los casos de cazadores, que teniendo la pieza en la punta de la nariz les ha sido imposible dar en el blanco. La maldad consistía en que les habían depositado la “oración de los cazadores”. Esta oración impedía que se acertara con los disparos sobre la pieza. El remedio para prevenir esta oración, según cuenta un cazador de Sos, es de lo más curioso: el cazador se baja los pantalones y se pasa la escopeta por una de las perneras del pantalón, ofreciendo un resultado inmediato. De igual forma no tenía efecto la” oración de los cazadores” si llevaban una saya de culebra metida en el pasamanos de la escopeta.
Espantabrujas en una vivienda próxima al Parador de Turismo

Pero las brujas, además de los malmetimientos y el mal de ojo, se dedicaban también a elaborar pócimas y remedios prácticamente para todo.
 Los remedios en el tema erótico, amoroso y sexual eran de lo más pintorescos. Así, la mujer que quería enamorar a un hombre le daba a comer pan amasado sobre su pubis o un pez que hubiese muerto dentro de su vagina; si quería provocar la impotencia de un hombre se desnudaba y, untada toda ella de miel, se revolcaba en un montón de trigo, después, con los granos adheridos a su piel elaboraba una torta que daba de comer al varón que quería desgraciar. Los métodos anticonceptivos no eran menos pintorescos: para evitar que la mujer se quedara embarazada se friccionaba el pene del varón con vinagre antes del coito.
Para conservar la fidelidad de una mujer se le daba a beber una pócima compuesta por testículos de lobo y la ceniza resultante de quemar pelos tomados de distintas partes del cuerpo. Para alcanzar y retener a una mujer frígida el hombre debía untarse el pene con sebo de macho cabrío antes de copular con ella.
Otras hechicerías contenidas en grimorios pretendían provocar el amor de una mujer, hacerla danzar desnuda u otros caprichos semejantes. Alfonso X nos deja la noticia de un dean de Cales que seducido por magia y por grimorio “jode cuanto quiere joder”.
Pero a pesar de todas estos remedios y hechicerías, abundaban las mujeres insatisfechas que recurrían a artefactos de autoestimulación. Una cantiga de Fernando Esquío menciona un lote de cuatro consoladores que ha enviado a una abadesa amiga suya para servicio de su comunidad. En un documento de 1351 se habla de una mujer fallecida por ocasión de un “rauano (rábano) que le auian puesto por el conyo[2]De todos son conocidas las propiedades medicinales de esta herbácea, pero en la Edad Media parece ser que esta crucífera planta y su tuberosa raíz despertaba súbitas pasiones femeninas. Un famoso soneto anónimo del siglo XVI hace referencia a lo comentado:

Tú, rábano piadoso, en este día
risopija serás en mi trabajo
serás lugarteniente de un carajo
mi marido serás, legumbre mía.

Un poquito más largo convenía,
mas no importa, que irás por el atajo.
Entra de punta y sácame de cuajo
las gotas que el que pudre[3] me pedía.

Ya entraste, mas las hojas quedan fuera.
Pues ¿Qué han hecho las hojas a mi papo,
que no han de entrar, si es él el que lo pierde?

Las hojas entren, y ojalá viniera
el ramal de fray Lucas, de solapo,
y diérase mi coño un gentil verde[4].





[1] Citado por José Antonio Adell y Celedonio García en “brujas, demonios, encantarias y seres mágicos de Aragón” Pirineo. Huesca, 2001. También lo menciona Toti Martínez de Lezea en su novela “veneno para la corona”. Erein. San Sebastián, 2011.
[2] A.G.N., secc. de Comptos, 66, f. 296v.                                                                     
[3] El marido muerto.
[4] Darse un verde: holgarse en banquetes y placeres (Covarrubias)



BIBLIOGRAFIA


-ADELL CASTAN, JOSÉ ANTONIO, y GARCÍA RODRÍGUEZ, CELEDONIO. Brujas, demonios, encantarias y seres mágicos de Aragón. Pirineo. Huesca, 2001.
-CORRAL LAFUENTE. Mitos y leyendas de Aragón. Leyere. Zaragoza, 2002.
-ESLAVA GALÁN, JUAN. 50  estampas de la historia de España. Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.

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