sábado, 11 de febrero de 2017

PETRONILA Y ALFONSO II. EL CRECIMIENTO DE SOS


Desde el momento que Ramiro II se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca tras el nacimiento de su hija Petronila, y pactar en Barbastro el 11 de agosto de 1137 los esponsales con Ramón Berenguer IV, éste, y según lo acordado, comenzó a desempeñar indistintamente funciones de tenente del Reino de Aragón, suscribiendo documentos como señor o príncipe de Aragón y como conde de Barcelona.
 En su minoría de edad, Petronila fue educada por Berenguela, hermana del Conde de Barcelona, enseñándole a perpetuar la soberanía del reino en la dinastía. En el año 1150 tuvo lugar la ceremonia matrimonial con Ramón Berenguer en la catedral de Lérida.  

Petronila de Aragón

 Posiblemente la responsabilidad de proporcionar un heredero al Reino de Aragón hizo que Ramón Berenguer y Petronila quisieran ser padres lo antes posible de una numerosa prole para asegurar el relevo generacional. En 1152 debieron de tener su primer hijo, puesto que de ese año es el primer testamento conservado de Petronila, dictado, prudentemente, antes del parto.              Sin embargo algunos historiadores creen que habría que retrasar esta fecha hasta el nacimiento del futuro Alfonso II, que vería la luz el 24 de marzo de 1157, el mismo año en que murió Ramiro II y Petronila pudo ser llamada, con pleno derecho, reina de Aragón. En todo caso, hasta la muerte de su marido en 1162, la reina Petronila pudo dar a luz cinco hijos (tres varones: Alfonso, Pedro y Sancho, y dos mujeres: Dulce e Isabel), aunque las noticias al respecto son contradictorias. Según el cronista Jerónimo Zurita, el Conde tuvo un hijo natural y cinco hijos legítimos del matrimonio: Pedro, muerto de niño; Alfonso, llamado Ramón cuando nació; un segundo Pedro, nacido tras la muerte del primero; Sancho y Dulce.
 La muerte de Ramón Berenguer en agosto de 1162 hizo que la joven reina tomara importantes decisiones en uso de su potestad. Según Mirón, para subrayar la continuidad de la estirpe, cambió el nombre de su primogénito, que hasta entonces se habría llamado Ramón, por el de Alfonso, en memoria del Batallador. Además convocó urgentemente una asamblea en Huesca para dar lectura al testamento de Ramón Berenguer y zanjar las cuestiones hereditarias. Las disposiciones testamentarias de Ramón hacían que el hijo mayor, Alfonso de Aragón, fuera designado heredero, siendo el primer rey de la Corona de Aragón, al heredar el reino de Aragón por parte de su madre Petronila y las tierras patrimoniales de la casa de Barcelona de parte de su padre Ramón Berenguer IV.
Por ser Alfonso II menor de edad y no ser procedente el ejercicio del poder por Petronila, desde 1162 el niño asumió formalmente la titularidad del reino y el gobierno, pero auxiliado por un consejo de regencia formado por nobles aragoneses y catalanes. Prueba de ello es un documento de 1163 en el que mandó al clero, a los vecinos de Sos y a todos los de la Valdonsella que reconozcan a Raimundo como obispo de Pamplona y a Sancho de Orchier por arcediano de la Valdonsella, dejándoles que perciban sus rentas.[1] (Alfonso II tenía tan sólo 6 años de edad)
Además, la reina tampoco podía convertirse en la tutora de su propio hijo, así que Ramón Berenguer IV había elegido para ello a Enrique II de Inglaterra, casado con Leonor de Aquitania, prima de Petronila.
Este gobierno en manos de un niño con un tutor inglés, una mujer y un consejo de regencia formado por nobles aragoneses y catalanes, aunque de naturaleza provisional, no fue bien visto por todos. La situación no llegó a provocar una rebelión como en tiempos de Ramiro II, pero el malestar originó algunos incidentes.
Petronila murió en 1173 en Barcelona, donde fue sepultada. La única reina aragonesa por derecho propio descansa desde entonces fuera de Aragón.

Alfonso II el "Casto", por Rafael Pertús (s. XVII)
Alfonso II, a pesar de su juventud, continuó la labor expansionista de sus antecesores. Ocupó Niza y consolidó su poder sobre el Condado de Provenza, prolongando sus conquistas por las dos vertientes de los Pirineos consolidando de este modo el poder de la Corona de Aragón. Consciente de la complejidad de administrar el conjunto de Estados que componían la Corona de Aragón, trató de ampliar su autoridad al distribuir el poder entre distintos componentes de la sociedad. Así, fortaleció la presencia del estamento ciudadano en la vida pública, incluyéndolo en la curia regia y atribuyéndole mayores competencias en la administración de las ciudades y protección de los territorios. Igualmente supo convertir a la Ordenes Militares, establecidas con firmeza en la Corona gracias a los beneficios obtenidos como compensación por renunciar al testamento de Alfonso I, en fieles colaboradoras políticas, proporcionándoles amplios dominios a cambio de su labor de salvaguardia del territorio conquistado. Además creó la figura del “veguer”, representante del rey, responsable de mantener la paz y con plenos poderes en materia fiscal y militar en cada una de las “veguerías”, distritos en los que se articuló el territorio para su administración. Así, la nobleza, que hasta entonces había concentrado el poder junto al rey, quedaba debilitada, aunque el respeto por las variedades jurídicas de cada lugar y de los dominios de cada señor feudal evitó alzamientos contra el rey. Alfonso II consiguió con éxito crear una nueva forma de organización política- la Corona de Aragón-, fuerte en el ámbito internacional gracias a la amplitud de sus dominios y a la solidez de la autoridad real.
Alfonso II, para garantizar la seguridad de los territorios de su Corona, que se habían visto ampliados tras las conquistas de Ramón Berenguer IV y las suyas propias, concedió ventajosos fueros para estimular la llegada de nuevos habitantes y afianzar de este modo las repoblaciones.
Es en este período de la historia, entre guerras, vaivenes políticos, sucesorios y de regencias, cuando la villa de Sos comienza a crecer empezando a ser una de las villam más importantes de la comarca, dejando de denominarse castrum como hasta ahora venía haciéndose. Para ello hay que repoblar y asentar colonos, pero sobre todo atraer combatientes, lo que se hará mediante cartas pueblas y fueros, ofreciendo diversas recompensas, tenencias de fortalezas, donaciones, privilegios nobiliares, exenciones de impuestos, privilegios de ingenuidad y franqueza de toda exacción real quedando francos y libres, es decir, las mismas ventajas que los infanzones, y otras prebendas y beneficios.
En Sos, como casi en todo el territorio aragonés, la tierra era la base de la producción y de las relaciones sociales. De ella, además de la ganadería, los sosienses obtenían la mayor parte de su sustento, satisfaciendo así las necesidades básicas del individuo: pan, vino, carne, leche, verduras, fruta, leña, vestido e iluminación. Como cultivos básicos destacan los cereales y la vid. Entre los cereales existía gran variedad: trigo, ordio, avena, mijo, centeno. El viñedo modificó sustancialmente el paisaje agrario de Sos, llegando a tener una producción ajustada a la demanda, que era muy importante, ya que junto al pan era la base alimentaria de la población. Los aperos y útiles de labor eran muy primitivos, como corresponde al bajo nivel tecnológico del momento, empleando el viejo arado romano arrastrado por yuntas de bueyes o mulas; las labores del campo (preparación de la tierra, sembrar, abonar, regar, escardar, segar, acarrear la mies, trillar, aventar, etc…) se cubrían con gran esfuerzo humano. Pero poco a poco estas ancestrales técnicas de cultivo empiezan a cambiar: surgen nuevos materiales para los útiles de labranza, comienzan a construirse molinos “farineros”, de agua, se construyen también almazaras, por lo que se introduce el cultivo del olivo para la elaboración de aceite, como alimento y combustible para la iluminación, y de nuevo un amplio proceso roturador modificó otra vez el paisaje de Sos, intesificándose de esta forma la producción agrícola de la comarca. Surgen también los linares y cañamares, de gran aporte a la industria textil; la ganadería ve incrementada su número de cabezas, pues al lógico aumento del consumo de carne por parte de la población que va asentándose, hay que sumar la elaboración de vestidos y calzado, ampliándose su consumo hasta en el campo intelectual, pues la escritura se plasmaba en vitelas y pergaminos extraídos de la piel de los animales.
Todo este progreso estuvo en íntima conexión con los avances territoriales del Reino, que permitieron una oferta renovada de tierras. La honda preocupación por el suministro de agua y el aprovechamiento de los sistemas de riego de época anterior, diversificó la producción y originó algunos conflictos, como veremos en otro momento.
Los progresos de la artesanía y el comercio estuvieron íntimamente relacionados con el renacer de Sos. La comunidad judía fue básicamente la encargada de la fabricación y distribución de los productos manufacturados, por lo que Sos se convirtió, a la vez, en un núcleo de redistribución de la producción agrícola ya que, además de las tiendas y obradores, permanentemente abiertos, contaban con dos instrumentos totalmente eficaces: las ferias y los mercados.
Cada vez era mayor el número de sosienses que no se dedicaban exclusivamente a las tareas agrícolas. Sus distintas profesiones y oficios, síntoma inequívoco de la creciente especialización, son buena muestra de la importancia alcanzada por los diversos sectores de la producción artesanal.
En diciembre de 1191 Alfonso II estuvo en Sos, otorgando en este mes un privilegio a la aljama judía de Uncastillo eximiéndoles del pago de la lezda de la villa y su merinado; confirmado este privilegio posteriormente, a 5 de octubre de 1412, por Fernando I[2]
Alfonso II muere en 1196 a los treinta y nueve años de edad; su hijo, Pedro II, continuará con la labor desempeñada por su progenitor.(Continuación)




[1] A.C.P., Libro Redondo, fol.18v-19r.
[2] A.C.A. Real Chancillería. Reg. 2392, ff. 164-165v.





BIBLIOGRAFÍA

-GALINDO ROMEO, PASCUAL. Sos en los siglos XI y XII. Revista Universidad, año I. Zaragoza, 1924.
-LEDESMA RUBIO Mª LUISA. "La ocupación del espacio y las transformaciones económicas en Aragón en los siglos XII y XIII" Historia de Aragón II: Economía y sociedad. I.F.C., 1996.
-ZURITA, JERÓNIMO. Anales del Reino de Aragón. Ed. A. Canellas. I.F.C., 1989-1996. Zaragoza.
-Coleccionable. Historia de Aragón. Heraldo de Aragón. Zaragoza, 1991.
-Coleccionable. Reyes y reinas de Aragón. Heraldo de Aragón.
-Historia de España. Plaza & Janés Editores, S.A. Espluges de Lobregat (Barcelona), 1991.

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