jueves, 16 de febrero de 2017

ALFONSO XIII. CONFLICTIVIDAD Y PROTESTA SOCIAL.

La muerte de Alfonso XII(1885) obligó a su viuda, María Cristina de Habsburgo, a hacerse cargo de la regencia de España hasta que el hijo de ambos, aún no nacido, subiese al trono en 1902 con el nombre de Alfonso XIII, siendo general en toda España el deseo de cambio.
Alfonso XIII
La crisis del 98 había sacado a la luz los defectos y la falsedad del sistema de la Restauración y fomentó el deseo de regeneración del país, pero todos los intentos por conseguirlo fracasaron. A pesar de las ansias de reforma y modernización, se mantuvo el fraude electoral, la corrupción, el favoritismo y el caciquismo. El sistema fue incapaz de satisfacer las aspiraciones de la pequeña y mediana burguesía y de un proletariado creciente y cada vez mejor organizado, lo que dará paso a una gran crisis en España, desapareciendo el sistema de Restauración en 1923 con la imposición de la dictadura militar del general Primo de Rivera (1923-1930), llegando ésta a su fin cuando en las elecciones municipales de 1931 obtuvieron la victoria los partidos republicanos y Alfonso XIII optó por exiliarse la víspera de la proclamación de la Segunda República (1931-1936).
En este turbulento clima de inestabilidad política y social en los primeros años del siglo XX, los motines, huelgas y manifestaciones se sucedían en España. En el ámbito rural, el rechazo del campesinado hacia un sistema estatal de exacciones sin contrapartidas en servicios y derechos políticos escondía un profundo descontento hacia las manifestaciones locales del poder político. De ahí que las protestas vecinales clamasen con frecuencia contra unos recargos que favorecían a los más pudientes económicamente e incluyeran la exigencia de transparencia en las asignaciones de los repartos entre los vecinos. También, entre los campesinos, la cuestión de los recursos naturales seguía siendo clave, algo que abarcaba desde las reivindicaciones de reparto de propiedades comunales hasta la disputa con las comunidades vecinas por el uso de recursos colindantes como ríos o montes. A todo esto hay que sumar el tema de la subsistencia o el nivel de vida, pretensión articulada cada vez más a través de protestas en torno a las condiciones de trabajo y los salarios, pero también utilizando los cauces conocidos de presión a las autoridades, como las manifestaciones pidiendo “pan y trabajo”.
Tras la derogación del impuesto de consumos en 1911, los ayuntamientos se toparon con la necesidad de promover otro tipo de recargos para sanear sus arcas, lo que mantuvo las protestas durante ese mismo año y los siguientes en forma de motines contra recaudadores y agentes estatales.
En estas protestas, la Guardia Civil fue objeto de las iras populares, puesto que los ánimos estaban muy soliviantados. Por ejemplo, en Sos del Rey Católico, con ocasión de las fiestas de 1916, un vecino que saltó a la plaza de toros fue golpeado por un guardia (no queda aclarado si fortuita o voluntariamente). Sea como fuere “el público protestó y quiso golpear a la fuerza pública, siendo necesarias algunas medidas para sofocar el motín”, reconcentrándose fuerzas en las horas siguientes de los puestos cercanos e instruyéndose sumario militar nada menos que contra 23 vecinos.[1]

       En el marco agrícola de principios del siglo XX, hay que reseñar que en el año 1909 se realiza en Ejea de los Caballeros una demostración con una cosechadora, y con ella llegaron los arados de vertedera, el bravant y los nuevos abonos inorgánicos. Sin estos modernos avances y una recomposición de la producción, no hubiera sido posible el crecimiento agrario de Sos y de la comarca de las Cinco Villas en el primer tercio del siglo XX para poder hacer frente a la competencia exterior y, de este modo, salir de la crisis agraria en la que nos encontrábamos.

La superficie cerealista en las Cinco Villas creció a costa de la supresión de los viñedos y de la roturación de tierras hasta entonces dedicadas a pastos, con lo que la cabaña ganadera se vio muy perjudicada. Las roturaciones afectaron tanto a los antiguos bienes desamortizados que habían mantenido sus antiguos usos o a tierras de propiedad particular, como en los bienes propios o en los comunales. De esta forma se obtuvo tierra a un bajo coste, puesto que las roturaciones o fueron ilegales o se basaron en repartos de tierras municipales. Las tierras incautadas a la Iglesia o a los Ayuntamientos por parte del Estado fueron vendidas en pública subasta, y no fueron los campesinos, sino la burguesía urbana y la antigua nobleza las que compraron las tierras, aumentando de este modo el poder de las clases terratenientes y perjudicando a los más pequeños, que sólo mediante la autoexplotación podrían compensar alguna de sus desventajas[2]. Pero la mala calidad de la tierra ofrecía unos bajos rendimientos por hectárea y una alta productividad por activo, por lo que requería de nuevos elementos de mecanización, como segadoras y trilladoras o abonos inorgánicos.
    En la década de los treinta se había avanzado notablemente en la mecanización de la siega, mientras que las labores de trilla era bastante inferior. La introducción de la trilladora implicó que entre 1910 y 1935 creciera de forma importante la productividad por activo, pero aunque se salió de la depresión agraria de finales del siglo XIX y se incrementó la productividad del cereal a principios del XX, el éxodo rural de los trabajadores de las Cinco Villas se había iniciado ya en los años 20, atraídos por las numerosas oportunidades de empleo en las grandes ciudades.[3]
   La conciencia generalizada de crisis económica y social que vivía la comarca se agravó durante los años de la II República.
El modelo productivo existente y la creciente demanda de suelo agrícola hubo de satisfacerse de diversos modos. Por un lado, los grandes propietarios ganaderos pusieron a disposición de los campesinos una parte de sus corralizas mediante contratos de aparcería “al quinto” ( el propietario recibía un quinto de la cosecha) por períodos de al menos 15 o 20 años, debiendo contribuir además los campesinos con semillas, abono y utillaje, así como otro diez por ciento por trillar con la trilladora de los propietarios; y por otro lado, la necesidad de tierras se dirigió hacia la ocupación del comunal mediante sucesivos repartimientos. Los usufructuarios debían abonar un canon al Ayuntamiento.
Las roturaciones ilegales y las usurpaciones de tierras comunales siguieron protagonizando la creciente privatización del suelo sosiense y de todas las Cinco Villas.
Así pues, crecimiento de suelo agrícola, privatización de la tierra y concentración de la propiedad son, en definitiva, procesos simultáneos en toda la comarca de las Cinco Villas.

Evidentemente las respuestas que dieron a la situación de crisis los agricultores acomodados y la de los campesinos y jornaleros diferían bastante.
Un representante de los latifundistas en la Primera Conferencia Económica Aragonesa (Zaragoza, 1934) decía: “... Nuestras tierras son tan pobres que no permiten un cultivo compensador sino reduciendo y abaratando los gastos hasta poder ofrecer el producto a los precios que lleva en el mercado… y este aquilatamiento de los gastos lo consigue perfectamente la gran propiedad con el empleo de máquinas, con la compra en gran escala de abonos y simientes, con la contabilidad agrícola, con la unidad de dirección, etc.., en una palabra, en la gran explotación se cultiva mejor y más barato. El minifundio en el secano es antieconómico, y sólo el latifundio permite la explotación en regulares condiciones”.
Tras esta exposición de las mejores posibilidades productivas agrarias por parte de los latifundistas, continúa intentando justificar las apropiaciones ilegales de comunal por parte de éstos:“Se suele decir en el problema de los bienes comunales que los Ayuntamientos han sido víctimas de verdaderos despojos y no hemos de discurrir si jurídicamente tales despojos han sido ya legitimados por el transcurso del tiempo; pero sí he de hacer resaltar que desde el punto de vista económico quienes se apropian del terreno comunal supieron hacer producir aquella parte del común que podía ponerse en producción y de la cual hasta entonces nadie se había preocupado y por ello legitimaron con su trabajo posterior lo que en sus orígenes quizás pudo ser ilegítimo.”[4]
La respuesta campesina se vinculó a la consolidación de la Organización de los Trabajadores de la Tierra (F.N.T.T.) dentro de la U.G.T. desde la segunda mitad de la década de los años 20, ampliándose su implantación con la llegada de la II República. En 1932, los trece municipios del partido de Sos contaban con 892 afiliados.
Tres cincovilleses, Juan Sancho, de Ejea, delegado regional de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra; Antonio Plano, de Uncastillo (suplente), y el taustano Jacinto Longás, alcaldes de sus respectivas localidades, tras las elecciones municipales de 1931, van a protagonizar las reinvindicaciones del campesinado cincovillés mediante sucesivas denuncias de usurpación de tierras comunales y la petición de su medición, deslinde y amojonamiento[5]. Una vez recuperados aquéllos por los municipios “pediremos la parcelación del monte comunal, por partes iguales para todos los vecinos”, y continúa Juan Sancho en 1930 en unas declaraciones al periódico socialista “Vida Nueva”: “…si conseguimos restituir el terreno usurpado habrá sobrante para todos los vecinos y haremos desaparecer la miseria de muchos hogares”[6]
La promulgación del Decreto de 24 de octubre de 1931 de la Ley de Reforma Agraria, según la cual las detentaciones de terrenos en montes comunales quedaban injustificadas ante el dominio que el municipio debía tener sobre estos bienes no sirvió de mucho, pues el proceso de restitución será lento en su tramitación. Esta tardanza, que se convirtió en excusa para no llevarla a efecto por parte de la Patronal Agraria, provocó violentos y frecuentes conflictos de carácter local que acabaron siempre siendo sofocados por la intervención de las fuerzas del orden y la resistencia, llegando los campesinos a protagonizar una serie de conflictos que la oligarquía rural no olvidaría y que contribuirían a que la represión desatada el 18 de julio fuera especialmente intensa en la comarca de Sos y Ejea.
La presencia de la gran propiedad en la comarca de Sos del Rey Católico está representada, según el Registro de la Propiedad Expropiable (1932) del Instituto de Reforma Agraria, por ocho familias, quienes sólo entre ellas controlan casi el 40% (8.404 Has.) de las 21.606 Has totales que dispone el suelo agrario de la comarca de Sos, y que a continuación detallamos:

(Entre paréntesis, municipio de origen del propietario)

-SALVO ERASO, LUIS (Sos del Rey Católico)................................3359 Ha
-QUERALTY BERNALDO DE QUIRÓS, Mª DOLORES; Ex-condesa de Cifuentes. (Madrid).....................................................................................2004 Ha
-MACHÍN PÉREZ, VICTORIANO. (Sos del Rey Católico)...............1452 Ha
-LEGARRE ALMÁRCEGUI, JOANA. (Sos del Rey Católico)...........492 Ha
-ORENSANZ FRAGO, GENEROSA. (Sos del Rey Católico)............364 Ha
-AZLOR DE ARAGÓN, J.A., Duque de Luna. (Biarritz).....................277 Ha
-LAFITA BONAFONTE, RICARDO. (Sos del Rey Católico)..............232 Ha
-BORGAS LÓPEZ, CESÁREA. (Ejea de los Caballeros)..................224 Ha(Continuación)










[1] Lucea Ayala, V. El pueblo en movimiento. La protesta social en Aragón (1885-1917), pp. 356-360. P.U.Z. Zaragoza, 2009.
[2] Pinilla Navarro, Vicente. El crecimiento agrario contemporáneo en las Cinco Villas de Aragón, 1850-1936.
[3] En 1935 la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza señala la cantidad de 2500 peones agrícolas en paro en la comarca. Coci, 1935, p. 103.” Zonas eminentemente agrícolas como son las de Cinco Villas (Ejea de los Caballeros, Tauste, Sádaba, Uncastillo y Sos) y su próxima Gallur soportan un contingente de peones parados que se aproximan a los 2500”
[4] Pelayo, Santiago (1934), vol.1.p. 192 y 201.Sobre el tema, el presidente de la Asociación de Labradores de Zaragoza, Bernad Partagas, Francisco: “la individualización de los montes comunales” en La Voz de Aragón. 20-X-1931.
[5] Germán Zubero, Luis. “Cambio económico y conflictividad social en las Cinco Villas durante el período de entreguerras (1914-1936)” Actas V jornadas de estudio sobre Cinco Villas. Tauste, 1989.
[6] Vida Nueva, nº 11, 13, VII, 1930.




BIBLIOGRAFÍA



-CASANOVA, JULIÁN. Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, 1936-1938. Ed. Crítica. Barcelona, 2006.
-CIFUENTES CHUECA, JULITA, y MALUENDA PONS, PILAR. “Propiedad de la tierra, conflictividad social y represión en la comarca de las Cinco Villas durante la guerra civil española (1936-1939)”. Actas V Jornadas de estudio sobre Cinco Villas. Historia Contemporánea. I.F.C. (C.S.I.C.) Tauste, 1989.
-GERMÁN ZUBERO, LUIS. “El socialismo en Aragón (1923-1936)”. VV.AA. Historia del socialismo en Aragón. PSOE-UGT (1879-1936), pp. 81-123. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Zaragoza, 1979.
-GERMÁN ZUBERO, LUIS. “Cambio económico y conflictividad social en las Cinco Villas durante el período de entreguerras (1914-1936)”. Actas V Jornadas de estudio sobre Cinco Villas. Historia Contemporánea. I.F.C.(C.S.I.C.), Tauste, 1989.
-LUCEA AYALA. VÍCTOR. El pueblo en movimiento. La protesta social en Aragón (1885-1917) P.U.Z., Zaragoza, 2009.
-PINILLA NAVARRO, VICENTE. “El crecimiento agrario contemporáneo en las Cinco Villas de Aragón, 1850-1936”. Actas V Jornadas de estudio sobre Cinco Villas. Historia Contemporánea. I.F.C. (C.E.C.V.), Tauste, 1989.

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